Las lunas del ovejero, Matías Allende Contador, 2020
Passo en Constitución, Laura Isola, 2019
Passo, 2019
Alberto Passolini o “Passo”, una belleza fortuita!, Marcelo Pacheco, 2013
Malona!, Laura Malosetti Costa, 2010
Argentinísima!, Alberto Passolini, 2010
Un pintor que dio vuelta la taba, Fabián Leblenglik, Pagina 12, 2010
Género y sexualidad en una muestra argentinísima, Claudio Iglesias, Perfil, 2010
El malón tiene cara de mujer, Daniel Molina, Diario La Nación, 2010
Señorito Rico, Alberto Passolini, 2008
La historia de la pintura y la filosofía del movimiento, Julio Sánchez, La Nación, 2008
Biografía no autorizada, Mercedes Urquiza, Diario Perfil, 2008
Blanco o negro? Mariano del Aguila, Punta Rubia, Uruguay, 2007
Sobre la muestra "Bad" de Alberto Passolini, Pablo Schanton, 2007
El eje del mal, Eva Grinstein, Revista Artnexus #65, 2007
El eje del mal, Eva Grinstein, Revista Artnexus #65, jul-sep 2007


Cada exhibición de nuevas obras de Alberto Passolini (Buenos Aires, 1968) representa una bocanada de aire fresco y juguetón que barre con algunas solemnidades afianzadas en el circuito del arte, al menos el argentino. Passolini no sigue las modas ni responde a las demandas, no gasta su inclinación conceptual en sentencias edificantes y tampoco, es necesario decirlo, forma parte con su obra de las colecciones que debería integrar. Passolini hace lo que quiere, y uno no puede dejar de notarlo y disfrutarlo.

Excelente dibujante de nula trayectoria internacional, es sin dudas uno de los secretos mejor guardados de Buenos Aires: totalmente comprometido con esos “rasgos de lo local” que suelen pedir los buscadores de talento autóctono, se las ingenia sin embargo para seguir siendo un personaje de perfil bajo, a esta altura casi de culto. En su primera muestra de pinturas para la galería porteña Zavaleta Lab, Passolini recorta un área de intereses –resumiendo mucho, podríamos decir “el eje del mal”- y lo convierte en una serie de pinturas exhibidas junto a una secuencia de fotos autorreferenciales. En las fotos aparece vestido de black leather (piel negra), ornamentado con cola roja y cuernitos de diablo. En las pinturas, se escenifican diversas situaciones en torno al error, el accidente, la paradoja. La exhibición lleva el mismo nombre de un famoso disco de Michael Jackson de veinte años atrás, Bad (Malo).

Técnicamente realizados en acrílico sobre MDF, los cuadros de Passolini sólo cobran sentido cuando se bucea en lo que narran, cuando se descubren las complicidades entre obra y título, cuando se desmonta la trama de sutiles referencias colocadas siempre en clave humorística. Su uso de la figuración, claramente sesgado por la estética del comic (figuras “artoonizadas”, se sugiere en el catálogo) contribuye a desacralizar las escenas restando artisticidad en el sentido tradicional y sumando citas de la historieta, del mundo de la ilustración y el dibujo publicitario. Con sus grandes ojos redondos y sus manos de cuatro dedos, los personajes de Passolini –los de esta exposición y también muchos anteriores- son como pedazos de tiras cómicas escapados de la gráfica pertinente y amanecidos de pronto en medio de las convenciones y exigencias del arte.

Tal vez este recurso de extrañamiento es la herramienta principal de Passolini para comentar su propio extrañamiento, para volcar sus preguntas y sobre todo para reírse de algunos clichés. En una de las imágenes, titulada Pas de Duchamp! (fuente), tres hipotéticos adolescentes de cabeza rapada orinan sobre una fuente que es… claro, la Gioconda. El que está en primer plano, de espaldas, lleva tatuados tres íconos duchampianos, el urinario, la rueda y la sigla L.H.O.O.Q., la que daba título a la obra de Duchamp en la que el artista intervenía sobre… claro, la Gioconda. Llevando al extremo su gesto, Passolini se vuelve más malo e irreverente que el propio Duchamp.

En otra de las piezas, titulada Dink (Duble income, no kids), los protagonistas son una pareja gay que observa en una posible pared de museo la foto de registro de La familia obrera (1968) obra de acción del artista conceptual argentino Oscar Bony quien -décadas antes de la aparición de Santiago Sierra- pagó a una familia para que se exhibiera durante horas sobre una tarima. El arte, también aquí, resulta un medio propicio para la confrontación, en este caso de familias arquetípicas de ayer y de hoy: hombre, mujer, niño con librito en la mano; hombre, hombre, perrito con correa al cuello.

En un país donde a los marginales se los llama “negros”, Passolini pinta un cuadro titulado Negroni que presenta a un joven limpiavidrios atropellado por el coche de una señora que bebe un cóctel, presumiblemente Negroni. En una ciudad donde acaba de instaurarse la prohibición de fumar en sitios públicos, Passolini pinta un cuadro titulado Excluidos inclusive, donde los nuevos perseguidos del sistema aparecen confinados al aislamiento. En un mundo donde Michael Jackson fue sinónimo de fortuna y fama, Passolini convoca a dos críticos de rock para que escriban en su catálogo, para que refieran la caída del astro del Pop, para que hablen de Bad y lo acompañen, desde esa caída, en su intención de señalar otras caídas, contradicciones, decadencias e incorrecciones políticamente incorrectas.

Eva Grinstein